Sitio de lecturas Editorial Hombre Elefante (Chile)
Sitio de lectura de autores perteneciente a la editorial de literatura chilena Hombre Elefante
lunes, 20 de enero de 2025
Faúndez Herrera: Mil y una noches (Extraído de "Bulevar Venus", 2º Edición 2025)
jueves, 19 de octubre de 2023
"Elefantes detrás de todas las cosas intactas" (Extraído de Estilo y Destrucción, Faúndez Herrera, 2025, 3º edición)
detrás de todas las cosas intactas
sólo escucho gargantas que se apagan y se hunden en la sombra
espejismos que se quiebran
labios que se juntan
sólo escucho momentos que rebotan
y se rompen a millones como copas:
Venir por mí
con su relámpago de estiércol
venir por mí
con sus estómagos podridos
venir por mí
con su estampida polvorienta
a sepultarme de cadáveres
a invitarme a su danza de escombros y de vértebras
y que este planeta me duele de una sola catástrofe
sólo escucho momentos que rebotan y se rompen para siempre
sólo escucho un tremendo derrumbe de elefantes
detrás de todas las cosas intactas
con sus nubes como turbios dirigibles reventados
cuando el silencio descarga sus ojivas
por los oscuros laberintos de las casas solas
en las tardes
no tengo otra esperanza que lamentar el paso fermentado del invierno
o quitarme con desdicha los zapatos
o escupir sobre las moscas para que escapen y vuelen
entonces
veo con desesperación el tiempo derretido que gotea de una mesa
y alfiles que se vuelcan en sus tableros
y rinocerontes que bailan parados sobre una pata
y es temible
sobre mi cabeza
como mujeres...
Es temible
Porque sé que escucho venir
con el corazón inflado por el humo
y con la fuerza de un caballo que surge de un océano verde
Sólo escucho esta hecatombe
que se enhebra por el ojo ciego de sórdidas agujas
sólo escucho sus orugas
comer de mi existencia
como un golpe de corriente.
martes, 14 de febrero de 2023
Julio Faúndez Herrera, "Último Adiós" (extraído de "Bulevar Venus", para segunda edición, 2025)
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Faúndez Herrera: "Rosas que sangran como heridas" (de "Estilo y Destrucción, revisión 2025)
Rosas que sangran como heridas
Narbonne (256-288 D.C).
Vengo
del fuego al cielo
a tus rosas que sangran como heridas
a probar de tu carne perfumada entre los pozos
el pan de tu calvario que me invoca y me ilumina:
Vengo
a tus rosas ebrias
del tránsito a la esperma
que resigna el dolor de tu mirada
lacerando
sobre el puerto moribundo de tus brazos que florecen
ante el ruedo
que te asedia y te consume
del tormento a la debacle
Yo
que conozco la miseria del vencido
cuando enfrenta el desfiladero
a los pueblos asolados de tus ojos
a tus sienes derramadas en silencio
a tus párpados cubiertos por el musgo
en millones de pétalos
vengo
de poema en poema
del llanto a la alegría
A pesar de tu cruz que me acusa y me abandona
a pesar de tu dios que me juzga y me castiga
Líbrame
de las palabras que no pueden levantarse de la muerte
véngame
de aquellas serpientes que se ocultan en senderos y jardines
háblame por sueños
del perdón y sus vergeles deliciosos
ven
alumbra el desaliento de mi rostro
con tu corona de rocío
No es tan cierta la penumbra que destruye el mascarón de tu lamento
no es tan cierta la ballesta que extermina tu martirio en el olvido
Sólo sé que vengo
-aunque receles de mirarme-
con la antorcha de mi nombre arrodillado
ante el altar de tu figura torturada por espinas
Sólo sé que vengo
como un náufrago arrojado por la nave de este mundo
como un ángel embriagado de belleza y poesía
A buscar en tus labios la pasión escarmentada
a encontrar el canto esperanzado de tu alma en agonía
Vengo
al consuelo de tu cuerpo asaetado
vengo
del fuego al cielo
a tus rosas que sangran como heridas.
lunes, 8 de marzo de 2021
Julio Faúndez Herrera: "Rain" (Extraído de "Bulevar Venus", 2022)
Paula Labra: "Demasiadas Vidas Bailando Juntas" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", 2020)
¡SEREMOS VIDAS, DEMASIADAS VIDAS
BAILANDO JUNTAS!
Fui engendrada en invierno… Para tener huesos finos y resistentes… Para equivocarme las menos veces posibles… Y para alcanzar la felicidad antes de los veintiuno.
Fui engendrada en invierno… Para despertar con el aliento tibio, sosegado… Aunque mis mejillas y mis labios se encogieran por falta de luz en la habitación.
Fui engendrada en invierno… Para no temer al aullido del viento y esperarlo en mi propia cama, con el cabello cepillado, reluciente… Y el pecho florecido de ternura.
Fui engendrada en invierno… Para perdonar al destino, con sus cambios de sábanas y sus cambios de humor.
Fui engendrada en invierno… Para crecer sigilosa como las gotas de lluvia y caminar descalza y desnuda, sin avergonzarme, sin detenerme en los gritos de la calle.
Fui engendrada en invierno… Y consentida en todos mis antojos: Aunque escabullirse a oler los jardines húmedos por las noches resfriaran los pies de mi madre… Y me obligaran a llegar antes de tiempo.
Fui bautizada cada semana, cada mes, cada minuto antes del parto… Y celebrada a sollozos por mi padre, cuando mis deditos se asomaron completos, colorados y entregados a las más verdes primaveras de los hombres.
Fui observada constantemente… Y perseguida, en mis horas de sueño, por todos los ojos de colores que los muñecos de loza vaciaban en mi cama… Y los corazones de betarragas adornaron mis desayunos, mis almuerzos y las colaciones de los recreos más bulliciosos.
Fui levantándome de a poco… Con sed, con deseos propios… Bañándome en todas las fuentes de las plazas, en cuanto mi cuerpo sentía calor y sed… E intercambiando mi uniforme de colegio y las medallitas de las vírgenes por vestidos brillantes, que las gitanas me ofrecían al pasar.
Fui víctima del primer intento… Víctima de un amor delirante, víctima de una madre perfecta… Yo, hija imperfecta.
Crecí inocente… Aferrándome a las navidades repletas de magia y a los pisos de madera, con duendes dormidos en ellos.
Crecí con la imaginación frondosa… Armando moralejas con los puntitos de polvo en las vacaciones de Septiembre… Desgranando mi cuerpo en los oídos celosos de mis polleras y mis enaguas… Y abandonando mis calzones en el último patio de la casa: Un patio oculto al que sólo yo sabía llegar.
Crecí con hermanas… Hermanas de cuerpos blancos y miradas sordas… Hermanas que llegaron en los buenos y en los malos momentos… Hermanas recolectoras de mariposas azules que se deshacían durante el invierno… Y de palomas huérfanas que nos abandonarían al corto tiempo, llevándose de nuestros platos el pan y la felicidad.
Crecí con hermanas… Hermanas de la misma madre… Del mismo cariño y de las mismas aguas en donde se remojaban las betarragas y los antojos.
Y tejíamos una fiesta silenciosa por las noches... Para bailar siempre juntas… Sin aceptar la música de otras voces, sin aceptar la invitación de los extraños que se trepaban a las murallas de nuestro antejardín… Para mirarnos jugar.
Así sería mi vida, así sería mi vida, de ahora en el adelante… Bailando para no crecer… Con una cuidada rutina de jabones frescos y ombligos ciegos y tazones de avena y miel… Para que ninguna de mis hermanas fatigara sus ánimos, al descubrir una casa marchita.
Así sería mi vida, así sería mi vida, de ahora en adelante… Con un lecho de profundas heridas para colmarse de fantasías y, sobre todo, con hermanas amarradas a mi sangre.
viernes, 19 de febrero de 2021
Paula Labra: "Facundo" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", Hombre Elefante editorial, 2020).
FACUNDO.
Tenía 11 años la primera vez que ayudé a partir a un animalito. Se llamaba Facundo y era un quiltro de patas cortas que me había seguido a la casa.
Fuimos inseparables un buen tiempo hasta que, en una de sus andanzas, un auto lo atropelló y le quebró la columna.
Lo pusimos en una cunita y llamaron al veterinario: Pensé que vendría a sanarlo, a ponerle un yeso, inyecciones, algo... Luego comprendí que no, que vendrían a quitármelo.
En un acto de rebeldía, me encerré con él en mi pieza. Abracé su cunita muy fuerte y me cubrí la cabeza con una sábana.
El canto de un organillero se escuchaba desde el patio trasero, a la vez que mi madre golpeaba la puerta con impaciencia. Y a medida que el sonido perezoso abrazaba todos los muebles de la casa, esa impaciencia se transformaba en rudeza y enojo:
- ¡Entonces no lo quieres, si lo quisieras lo liberarías de su sufrimiento! ¡Sal de ahí, no seas egoísta! ¡Y acompáñalo cuando el veterinario llegue! ¡Y despídete! ¡Y dale las gracias porque fue un buen perro!
Mi Facundo me miraba con sus ojos saltones y tiernos. Su cuerpo temblaba debajo de las sábanas, mi corazón también... Entendí que me suplicaba.
Lo acaricié mientras lo dormían: Yo tenía angustia, miedo y quería escapar, pero el Facundo no lo supo. No lloré delante de él, al contrario, le dije muchas cosas bonitas en sus oídos hasta que ya no respiró.
No quise hablar con mi mamá durante un mes. No sé por qué. Me sentía enojada, triste e inútil. Como si algo oscuro y árido masticara los latidos de mi garganta.
A lo largo de los años he tenido que ayudar a muchos en su partida: Gatitos, perros, pájaros... Algunos míos... Otros, encontrados en la calle… Desnutridos o sin fuerzas… ¡Muchos!… Y cada uno de ellos es como mi Facundo de ojos saltones… Y a todos les digo cosas bonitas en sus oídos hasta que ya no pueden escuchar.
Pero ya no me queda esa pesadez en el cuerpo como la primera vez. Y no enmudezco desorientada y llorosa. Algo de aquella confusión de niña se calma un poco: Debe ser porque hay un dolor menos que suplica, un Facundo menos que agoniza.
jueves, 31 de diciembre de 2020
Julio Faúndez Herrera: Tristeza y aversión a las casas solas (Extraído de "Estilo y Destrucción", tercera edición, 2025)
jueves, 17 de diciembre de 2020
Paula Labra: "Declaración de Amor" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", Hombre Elefante editorial, 2020).
DECLARACIÓN DE AMOR.
Una llamada tuya… Octubre del 2000… estábamos distanciadas:
- Hija, tu papá tiene cáncer, ven a la casa… pasa su cumpleaños con nosotras y despídete.
Anudé un bulto con mis cosas, deposité a mis esquivos gatos dentro de un morral, al que agujereé previamente, y partí. Los gatos podían respirar bien, pero a través de los pequeños orificios jamás reconocerían el camino de regreso. A ellos y a mí, nos esperaba lo incierto de la pérdida.
Me encontré con mi pieza de chiquilla, llena de almohadones rosados y libros con pétalos secos atrapados en las hojas. El aroma de las cortinas era confuso, algo añejo, como si mi espíritu de niña estuviese enjaulado desde mi antigua fuga, esperándome. Me acomodé rápidamente. Los gatos también, aturdidos y exhaustos.
Por la tarde, con mis hermanas, llenamos de globos la casa y dejamos resplandecientes los vidrios de todas las ventanas, para que el sol quisiera acicalararse en ellos un buen rato.
Al cubrir la mesa, buscamos un mantel elegante con diseños de navidad. Y preparamos muchos pancitos de huevo con pimentón y aceitunas.
Entre tanto, mi padre cruzaba la calle para llegar al almacén. Iba con pijama, pantuflas y una bolsa de género que cambiaba de mano, cuando alguien se acercaba a saludarlo: Ya no se quitaba el pijama para pasear por el barrio. Ya no necesitaba zapatos ni combinar las camisas con las corbatas, ni cubrir su cuello del frío para detenerse a conversar con la gente. El pijama le bastaba para recorrer todos los almacenes.
Por años, solo había saludado a sus vecinos algún fin de semana y no tuvo tiempo de reconocerse en ellos cuando envejecían. Nunca tuvo tiempo para reconocerse en ellos ni en nosotras. Trabajaba sin parar.
Al verte salir, calmo y liviano, supe que partirías pronto... Que había llegado apenas a tiempo para celebrarte... Y que tus trajes almidonados se quedarían en el antiguo clóset, esperando que alguien de tu misma talla los necesitara.
Cuando todos los globos estaban fatigados y silenciosos, cuando ya amanecía, y tú y yo no lográbamos dormir, te dije que te amaba por primera vez… Me miraste risueño, pero tus ojos estaban grises y atormentados.
Comprendí que no querías irte aún y que, a pesar de tus compras amables por el vecindario, tus temores caían en desesperación cuando llegaba la noche.
Luego de eternas jornadas de rezos e invocación a brujos sanadores, el cáncer te dio un respiro amoroso. Casi tres semanas. Y en el preciso momento en que la ilusión del milagro comenzaba a inundarnos, el dolor te atacó por la espalda con toda su furia: Mientras la primavera transformaba los colores de la calle y los jardines más opacos, una ambulancia pasó por ti y ya no regresaste.
Recuerdo que desgranabas kilos de habas, que habías comprado en la feria por la mañana, y que los animales de la casa te rodeaban. Ya te gustaba estar en la casa. Los aromas de la cocina despertaban tu apetito y zurcías calcetines impares e historias sin tiempo, después de almorzar.
En todas tus anécdotas aparecíamos nosotras (tus hijas) muy pequeñas, tomadas de tu enorme mano, siempre. En todas éramos niñas, en todas nos prohibiste crecer.
Cincuenta y cuatro años fueron muy pocos para conocerte, muy pocos para dejar de ser una hija ausente.
Una breve declaración de amor, y te fuiste.
jueves, 26 de noviembre de 2020
Julio Faúndez Herrera: "¡La Venganza es una Arpía que Rasura su Vulva en Forma de Suástica!" (Extraído de "Bulevar Venus", 2019)
martes, 3 de noviembre de 2020
Paula Labra: "Mi niña" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", 2020).
MI NIÑA.
Todos los dolores pasan …
Siempre asoma uno más fuerte
que devora al anterior.
Cuando llegaste, por fin… Eras tan rosada y de boca mullida. No podía creer que habías nacido de mí, que te habías dibujado dentro de mí.
Yo, que tenía el ceño fruncido desde la niñez y, a pesar de todos mis intentos por sosegar mi ánimo, no lo había logrado.
Y tú llegabas, con la piel transparente y tu boca mullida, anunciando que había una posibilidad de paz para mi ceño encolerizado.
Tus dedos eran largos, finos, como los de mi padre, como los de mis hermanas, como los míos. Fuiste de todos por un segundo. Pero cuando tus dedos apretaron mi dedo pulgar, ya no quise compartirte.
Tampoco quise compartir la pena cuando decidiste dejarme.
Tampoco quise compartir mis sueños, en los que te imagino creciendo alocada con vestidos vaporosos y con sombreros.
Y vamos juntas a las compras... Y bautizamos de esperanza a todos los perros y gatos que olfatean el aire, con sus estómagos vacíos... Y nos llenamos de pestañas los ojos... Para mirarnos sin parpadear... Para nunca perdernos.
Por años no te he compartido con nadie porque tú y yo somos suficientes.
Porque no necesitamos de nadie que nos diga que debemos continuar y dejarnos atrás. Porque, en secreto y dormida, tengo tu olor y ese vestido blanco de hilo suave que mandé a tejer para ti, para celebrarte cuando aprendieras a leer.
Todo lo demás lo regalé, pero ese vestido está muy doblado, escondido al final de mi desgracia. Esperando que aparezcas un día musitando… Y leas algo en mi oído.