Ultimo Adiós
“Cuando comprendo que no te veré jamás
una onda de angustia me sube del corazón,
envolviendo mi cerebro en un vértigo de catástrofe,
en un ansia de masacrar la belleza de la vida”.
Teresa Wilms Montt
¿Quién sabrá de esa joven estudiante
que me entregó su cuerpo cada Viernes Santo
para demostrarme que su amor era más eterno que el pecado de la carne?
¿Qué fue de aquella inmensa sonrisa
y de esos ojos que brillaban
cada vez que le prometía
esa dulce primavera
que sería el resto de nuestras vidas?
Ahora que cae sombra y niebla en el alma
ahora que los relojes golpean con insistencia a mi puerta
ahora que por cierto ahora
me asaltan los fantasmas de la nostalgia
y sus formas se dispersan
hasta perderse
en la ciudad del olvido
¿Qué habrá sido de esa lluvia
de esa lluvia intensa
que mirábamos desnudos y abrazados
por tardes enteras mientras el frío del invierno empañaba los espejos?
¿O de aquellas lágrimas negras
que vertía
como perlas aguadas
de sus públicos escándalos
y sus palabras enrojecidas
que afloraban
cuando en secreto decidía
apartarme de su vista?
Tal vez, seguirá celando el sexo de otros hombres...
O quizás
-quien sabe-
si de pronto
sucumbió atraída
a los misterios
de eventuales hembras demasiado masculinas
aunque lo cierto y más seguro
es que exista
algún supuesto príncipe que la ame:
Un sujeto
que le da un hogar y rosas
y vestidos elegantes
un sujeto
que le concedió hijos
-sobre todo hijos-
quienes la conmueven o la sacan de quicio
mientras ríen y cantan
o juegan a las escondidas
Son esos niños
que de golpe imagino
cuando me levanto temprano en las mañanas
en esas mañanas
con un maletín lleno de problemas
para darme el pequeño lujo de comprar cigarrillos
conducir un automóvil o escribir poesía
sólo de cuando en cuando
Son esas criaturas que en ocasiones me atormentan al final de cada jornada
alrededor de este café que se enfría como una verdad oscura
después de comprender que todo amor no es más que un espejismo
y de evocar
aquellas mariposas renacidas
en cada beso
que se dan los enamorados
Porque si bien este mundo
con sus nubes que se juntan ante mis ojos
y su inminente hojarasca
que delata
el continuo avance de los años
me ofreció
más de algún horizonte prominente
vagos sueños cumplidos
y una que otra mujer como regalo
Hoy
cada vez que busco su rostro
y vuelvo a su recuerdo
Hoy
cada vez que pienso en su nombre
entre parques atardecidos y balcones solitarios
Nada más queda
sino el pálido consuelo de estos versos
y aquel amor inconfesable
que se aleja para siempre
como otro día deshojado.