Sitio de lectura de autores perteneciente a la editorial de literatura chilena Hombre Elefante
martes, 20 de octubre de 2020
Paula Labra: "Cura de Sueño" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", 2020)
jueves, 15 de octubre de 2020
Faúndez Herrera: "¡La Pasión es una Bomba de Tiempo (que siempre termina volando en millones de pedazos)!" (Extraído de Bulevar Venus, 2019).
(que siempre termina volando en millones de pedazos)!
Te estoy vigilando.
Francamente, el corazón
te estoy vigilando
Así como el desierto extraña a la lluvia
así como el revólver empuña sus balas
así como el parásito incuba en la sangre
en resumidas cuentas
te estoy vigilando
Desde siempre y en más
desde ahora en adelante
con la miel salvaje de estos ojos
al cabo de esta noche inmensurable
te estoy vigilando
Junto a camas que brillan como abismos
y turgentes lámparas de lava
con monstruos aullando en mis testículos
y palomas erectas
y ciudades en llamas
te estoy vigilando
Para que pienses en mí
y sigas maldiciendo mi recuerdo
porque este amor no es más que turba y detrimento
espejismo y hojarasca
te estoy vigilando
Y es que sería perfecto
-sería perfecto-
volver a sumergirme
en lo profundo de tu cuerpo
mirarte morder las nubes
volver al terciopelo, al vinagre
y al aceite de tu sexo
Sería perfecto
volver a embriagarme
del licor amarillo de esas tardes
y escucharte el lamento de mi nombre
o cogerte del cabello
y desangrarme
hasta saciarte
Porque aunque no creas en brujos ni demonios
y durante este mundo
girando
como la aguja de un tango polvoriento
Por la nostalgia de tu boca deshaciéndose en mi boca
y tus caderas temblorosas agitándose entre mis dedos
ardiendo y galopando
alzando y decayendo
lamiendo y masturbando
en resumidas cuentas
desatado el corazón, amor
te estoy vigilando.
miércoles, 7 de octubre de 2020
Julio Faúndez Herrera: "Una Especie de Hombre con Alas de Libélula" (Extraído de "Estilo y Destrucción", Edición definitiva, 2019).
“Uno puede ser distintos animales
pero jamás dejará de pertenecer
a una misma especie”
* Furry Fandom Poem
Una especie de hombre con alas de libélula
que tiene cuernos de carnero y patas de elefante
que enfrenta con angustia el amanecer de su ventana
y descubre telarañas en cada vértice del cuarto
No quiere volver a las semanas
no desea despojarse de nostálgicos ayeres
es un oído escuchando el cansado galope de la lluvia
un camello sin arpa a través del desierto dibujado con tiza
Sólo tiene lágrimas para espejos que se encogen de vergüenza
sólo piensa en besos para besos tatuados a sus labios
sólo encorda versos en memoria del frío
una especie de hombre con alas de libélula
que tiene cuernos de carnero y patas de elefante
Observando las ciudades que prosiguen su destino
entre lámparas marchitas y zapatos extenuados
junto al sueño enfermo de un cigarro consumido
el futuro es un mapa borrado en la palma de su mano
Las horas se presentan como cartas anónimas
la niebla se dispersa tras los vidrios derramados
atrapado
en su mundo de colores lamentables
una especie de hombre con alas de libélula
que tiene cuernos de carnero y patas de elefante:
Es una lástima
Yo sé que las noches de Febrero poseen cuernos enormes
que la traición es un arma sangrienta
que la soledad es un puntapié a los testículos
Yo sé
que los pecados brillan como medusas
en el fondo de todos los corazones
y que las mujeres son tan sólo moluscos
y que la felicidad es un estanque vacío
un convertible
sin bencina
abandonado
en algún punto de la carretera
Es una lástima
en ocasiones desearía una vida nueva
conseguir un control remoto
y regresar cada anécdota del tiempo
Es una lástima
en ocasiones desearía derribar puertas
salir hasta las calles, apuntar gente
y hacerla estallar con la mirada
Una especie de hombre con alas de libélula
que tiene cuernos de carnero y patas de elefante
tendido en la penumbra de su tarde embalsamada
y sumergido entre recuerdos enredados como anémonas
Una especie de hombre con alas de libélula
que tiene cuernos de carnero y patas de elefante…
Haciendo el arqueo de su corazón baldío
en un mundo obscuro
como un baile de disfraces.
martes, 6 de octubre de 2020
Paula Labra: "Una Bienvenida Inesperada" (Extraído de "Demasiadas Vidas Bailando Juntas", 2020).
UNA BIENVENIDA INESPERADA.
Cuando niña, y al llegar a mi nueva casa, me sentí la extraña del barrio. Tenía un cuerpo flaco y aturdido que apenas daba un paso hacia la calle. Comenzaba a crecer desordenadamente.
Las muchachas de las casas cercanas me observaban con curiosidad y desconfianza; y cuando se reunían en grupo para jugar me dejaban fuera, diciendo que debía cambiarme de ropa para parecerme un poco a ellas o jamás me aceptarían.
Yo no tenía ropa como la de ellas, ninguna hermana en mi familia tenía ropa como la de ellas… ¿Qué hacer para jugar acompañada?
Anhelaba cruzar la reja de mi nuevo jardín, anhelaba explorar otros juegos y deletrear el idioma de las niñas que habitaban fuera de mi nido.
Había nacido en una casa grande y sombría (en la calle República) con patios hacia dentro y con ventanales circulares, que no me dejaban ver por completo el cielo.
Al llegar a esta casa, las cortinas no eran suficientes para cubrir los anchos vidrios y tenía de golpe todos los colores de las estrellas y de las estaciones. Eso me asustaba, pues no sabía cuántas veces debía parpadear para no quedar ciega.
Necesitaba que alguien de mi edad me ayudara a descifrar mis nuevas sensaciones, necesitaba que una mano comprensiva me ayudara a navegar fuera de mí misma, pero… ¿Qué hacer si no tenía ropa como las de las otras niñas?
Yo estaba dispuesta a tolerar los juegos más bruscos, estaba dispuesta a trenzarme el cabello severamente aunque me doliera la cabeza, estaba dispuesta a sumergir mis manos y mis uñas en la tierra espesa, con tal de no parecerme tanto a las mujeres antiguas y solitarias de la calle República.
Pero todos mis intentos de meses caían en la total indiferencia. Cuando terminaban de regar la plaza y la ronda se armaba, mi acento se tornaba insignificante, cabizbajo y apartado como la piel de una maleza seca y olvidada, mientras el resto de las niñas se turnaban para bailar, reír y celebrar en el centro de la ronda.
Una tarde de otoño, y cuando muchas de mis vecinas salían de sus casas comiendo pan con dulce de membrillo y aún no se quitaban el delantal del colegio, un animal descomunal ocupó el centro de la ronda y de la plaza sin pedir permiso: Era un gran danés de pelaje castaño, ojos oscuros y lengua pegajosa.
Llegó corriendo, sus patas de caballo jugaban en la pista de la ronda sin cesar y sin obedecer la voz de su dueño quien, a lo lejos, intentaba que regresara a su lado.
Llegó corriendo, deseoso de aventura, levantando el polvo de añejas coreografías y desordenando el ánimo de las niñas que gritaban llenas de terror.
Cuando el animal se acercó para olfaterarlas, muchas soltaron su pan con dulce de membrillo y otras tantas escaparon desesperadas, al mirar cómo su saliva de perro-niño les mojaba los delantales, las piernas y los zapatos.
Nadie parecía conocerlo. Había llegado al barrio unos días antes y se le había escapado a su dueño al abrir el portón de la casa. Se había escapado para recorrer su nuevo mundo, sin escuchar a nadie que quisiera detenerlo. Se había escapado vestido de su saliva alegre y su torpe salvajismo: Para oler los jardines, la tierra y los colores de los otros perros.
Yo me quedé allí, inmóvil, dejando que su nariz sedosa y fría me inspeccionara. Me quedé allí, con la carne palpitando, clavada a las rondas que se deshacían, clavada a la sensación de júbilo que su cuerpo gigante me provocaba. Me quedé… embelesada por largos minutos, entregada al misterioso afecto con que esos ojos cándidos me envolvían.
Y reí, con el alma embriagada de suspiros, acariciando la briosa energía de aquella criatura inmensa que, por fin, me daba la bienvenida.