Mil y una noches
Existen hoteles que resuenan como siglos
o semejantes a barcos que zarpan sin consuelo hacia el ocaso
hoteles
cuyos surcos son habidos por arañas que provienen del viejo mundo
lugares
donde los dioses vuelven a ser insuficientes
y las camas, a ser infernales
Hay hoteles que surgen
como el laberinto de la vida
con puertas que cierran otros
a fin de no ser molestados
hoteles
con risas que rebotan en salones de perdidas épocas
y cuartos poseídos por ancianas
que aún sollozan
entre amores consumados
Así y todo
el universo suele ofrecer sirenas
hadas
de espurios sentimientos
rastros
de esta urbe adolecida de estrellas
Hay, además, calaveras
cuyos gritos terminaron
en el fondo de un armario
y arrepolladas cajetillas sobre veladores
y sábanas
que encubrieron
fugaces cuerpos
en la dulce agonía de los amantes…
Yo no sé
tal vez sólo sea esa angustia
de pensar en ciertas almas
que se placen de un encuentro secreto
y celebran aquel deleite
en la futura lejanía de alguna historia inconfesada
o sólo sea el misterioso encanto
de antiguas sombras
que aún circundan los pasillos
y me alientan
a seguirte nombrando
durante noches infinitamente soñadas…
Yo no sé
porque entonces vuelve el amanecer
un amanecer amargo
de un pálido color como de labios
y mientras el whisky se diluye entre los cubos derretidos del tiempo
al levantarme, tu ausencia
me sigue penando
ante la espejo demacrado.
*Cap Ducal, Santiago de Chile
Invierno 2016